estrés

Estrés

Conocer qué es el estrés y cómo funciona la respuesta orgánica que tenemos y sentimos ante las situaciones de la vida que de alguna manera amenazan nuestro equilibrio, bienestar e integridad psicofísica, nos puede ayudar a comprender cómo reducir su impacto tan nocivo para nuestra salud.

La respuesta corporal ante el peligro es un impulso natural, instintivo, con el fin de conservar la vida. Por tanto, una vez pasado el peligro, el cuerpo comienza a relajarse para volver a su equilibrio, es decir, para mantenerse en la vigilia y en el sueño en un estado apacible, vital y saludable, con la mente serena y lúcida.

En el momento del estrés, se produce una respuesta en el sistema nervioso que desencadena la reacción simpática que prepara al cuerpo para luchar o huir.

El peligro puede ser tanto una amenaza real para el cuerpo como también puede serlo un estresante psicológico, es decir, la percepción subjetiva de un aparente peligro para la estabilidad mental y emocional, sea esto consciente o inconsciente.

La primera fase del estrés es la respuesta orgánica, donde aumenta la frecuencia y la fuerza de la contracción cardíaca, al tiempo que lo hace la frecuencia  y el volumen de la respiración. Por ello se dilatan los vasos sanguíneos y las vías respiratorias, aumentando la velocidad de la sangre para incrementar el aporte de oxígeno y glucosa a los músculos esqueléticos, que sufren una gran contracción. Se constriñen los vasos digestivos y viscerales para aportar más sangre al torrente; aumenta la sudoración para mantener la temperatura del cuerpo, que se recalienta; se liberan una serie de neurotransmisores y hormonas para agudizar los reflejos y los sentidos, también para que el cuerpo no duela y no se inflame, ya que tiene  que resistir al ataque y actuar con presteza y agilidad.

Todo este proceso supone un gran gasto energético para el organismo, que necesitará luego un período de descanso para reponer su energía y reparar las células dañadas.

En casos de estrés permanente se corre serio peligro de agotar las reservas energéticas del cuerpo, produciéndose un deterioro físico y mental que puede generar diversas enfermedades, como también envejecimiento prematuro, desgaste y trastornos en las facultades psicoemocionales. En casos muy extremos, puede incluso ocurrir la muerte del organismo

Esta respuesta de nuestro cuerpo nos recuerda que somos animales, pero a diferencia de ellos, la constitución de nuestro cerebro hace que tengamos una mente pensante, una capacidad lógica que nos permite realizar todo lo propio del ser humano. Para bien y para mal, en función de cómo se desarrolle y utilice esta capacidad, esta estrategia biológica que llamaremos “Mente“, nos puede hacer evolucionar o autodestruirnos.

Si bien hay situaciones externas potencialmente peligrosas que no podemos prever, físicamente contaremos con una mejor preparación ante el peligro si nuestro cuerpo está bien entrenado y nutrido, permitiéndonos mayor agilidad, fuerza, resistencia y flexibilidad. Esto sería suficiente si fuéramos sólo animales, pero como humanos debemos poner mucha atención en el ámbito mental, ya que es este nuestro “talón de Aquiles”.

La forma en la que interpretamos el mundo y nuestra propia manera de reaccionar emocionalmente a lo que la vida trae, condicionará nuestra respuesta ante los estímulos externos e internos,  estresantes o no estresantes. “Cada persona es un mundo”, por lo que la respuesta de cada individuo ante determinada situación o estímulo será a veces similar y otras distinta, a la respuesta de otro. Lo que una persona puede sentir como una amenaza o agresión, para otra persona puede no serlo.

La intensidad del estrés puede ser de un grado extremo, en una situación de vida o muerte, o puede ser de un grado mínimo, por ejemplo en una situación de preocupación cotidiana o una discusión. El problema comienza cuando el estrés se acumula y el cuerpo no tiene el tiempo necesario para su recuperación. El desgaste energético mantenido en el tiempo se traduce en un lento y progresivo deterioro de la salud.

En la segunda fase del estrés, se mantiene un estado de resistencia, una continua alerta del sistema nervioso sin que exista relajación

Podemos reconocer los efectos del estrés en nuestro cuerpo y mente, a través de los siguientes signos y manifestaciones:

– molestias de espalda y cuello,  manos frías o sudorosas, alteraciones del sueño, dolor de cabeza, fatiga, palpitaciones, problemas digestivos, reacciones impulsivas, consumo de tabaco o alcohol, aumento o disminución del apetito, ansiedad, intranquilidad, inestabilidad emocional, dificultad para concentrarse, excesiva autocrítica, olvidos, pensamientos obsesivos.

Si persiste esta situación, si la activación,  los estímulos y las demandas no disminuyen, el nivel de resistencia termina por agotarse y se comienza a sufrir problemas físicos y psíquicos.  Ésta es la tercera fase de estrés, la fase de agotamiento, que sucede cuando el estrés se vuelve crónico.

Existe una relación directamente inversa entre el estrés y la salud, por tanto a mayor duración e intensidad de los estímulos estresantes internos y externos, menor será la capacidad de nuestro organismo para lograr mantener el equilibrio y la salud.

En Essentia conocemos los daños que puede causar el estrés en el cuerpo y en la psique, sabemos cómo revertir ese proceso y prevenirlo también. Lo sabemos por que lo hemos experienciado de forma directa. Hemos sentido, y sentimos en nuestra vida diaria, el efecto que tiene el Yoga, la Medicina Tradicional China, la Terapia Psicocorporal y la Osteopatía para el equilibrio y la salud psico-física.

Esto es lo que queremos compartir contigo, un espacio y un  tiempo para ayudarte a volver a tu equilibrio natural y mantenerlo, para que puedas disfrutar tu vida con vitalidad, bienestar y salud, con serenidad, paz y dicha. Llámanos o escríbenos para aclarar  dudas y preguntas sobre el estrés. Essentia Escuela de Yoga y Essentia Espacio Terapéutico. (Pintura: “El grito”, Edvard Munch, 1863 – 1944)

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